Sigo escribiendo sobre la salud de los niños, o más bien la falta de ella, esta vez es por un artículo de Laura Gutman que me ha enviado una amiga y que podéis leer en la revista "El mundo de tu bebé", número 215.
Quisiera compartir únicamente el primer párrafo:
"Los niños sufren de estrés tanto como los adultos. De soledad, de angustias, de tristeza, de represión y de cansancio. Los niños necesitan -al igual que las personas mayores- tomarse vacaciones de ciertas rutinas cotidianas. A veces precisan poner un freno a la obligación de sostener relaciones con otros niños. O disminuir drásticamente algunas actividades escolares o deportivas. Los niños están cansados y buscan la forma de decir basta. Pero con frecuencia no son escuchados: No quiere ir a la escuela, pues tiene que ir de todas maneras. Le da miedo asistir a clases de kárate, pues tendrá que hacerse fuerte. No le gusta la comida que le sirven en casa de sus abuelos, pues deberá comérsela sin miramientos. Al final, desesperado y sin recursos para ser comprendido, el cuerpo actúa. Enferma. Y lo salva."
Creo que ya todas sabemos que los problemas emocionales se manifiestan en el cuerpo. Y esos problemas no siempre tienen que ser grandes desgracias a los ojos de los demás, porque la medida de los sentimientos es algo muy subjetivo. Sobretodo cuando hablamos de los niños y la situación en la que a veces se encuentran de ser considerados "personas de segunda", creyendo que sus sentimientos y sus causas son menos importantes (en el mejor de los casos) o verdaderas tonterías (en demasiadas ocasiones).
Los niños nos llaman como pueden. A veces les resulta difícil hacerse entender, a veces les resulta difícil hacerse oir.
Lo intentan de una y mil formas antes de que el cuerpo reaccione y acuda en su ayuda.
¿Es que las madres y padres no escuchamos a nuestros hijos como debiéramos? Puede que no nos demos cuenta, que no nos parezca tan importante el asunto en concreto, que nos falte el tiempo...
Es muy triste que esos ratos de quietud, de mimos, de no hacer nada más que mirarnos, de tumbarnos en el sofá, de abrazarnos durante horas, de sentir nuestra respiración tan cerca y el calor de nuestros cuerpos, de no atender a nada ni a nadie más allá del pequeño que está en nuestros brazos, sólo ocurran ante la enfermedad.
Creo que ya todas sabemos que los problemas emocionales se manifiestan en el cuerpo. Y esos problemas no siempre tienen que ser grandes desgracias a los ojos de los demás, porque la medida de los sentimientos es algo muy subjetivo. Sobretodo cuando hablamos de los niños y la situación en la que a veces se encuentran de ser considerados "personas de segunda", creyendo que sus sentimientos y sus causas son menos importantes (en el mejor de los casos) o verdaderas tonterías (en demasiadas ocasiones).
Los niños nos llaman como pueden. A veces les resulta difícil hacerse entender, a veces les resulta difícil hacerse oir.
Lo intentan de una y mil formas antes de que el cuerpo reaccione y acuda en su ayuda.
¿Es que las madres y padres no escuchamos a nuestros hijos como debiéramos? Puede que no nos demos cuenta, que no nos parezca tan importante el asunto en concreto, que nos falte el tiempo...
Es muy triste que esos ratos de quietud, de mimos, de no hacer nada más que mirarnos, de tumbarnos en el sofá, de abrazarnos durante horas, de sentir nuestra respiración tan cerca y el calor de nuestros cuerpos, de no atender a nada ni a nadie más allá del pequeño que está en nuestros brazos, sólo ocurran ante la enfermedad.